En 1910 hubo un
cambio rotundo en la moda, influenciado por el "Ballet Ruso"
que recorría los escenarios europeos.
Los colores llamativos y la onda oriental, reemplazó la
supremacía
en tonos pastel y las faldas largas.
Bailarinas como la sensual Isadora Duncan y la enigmática
Mata Hari, se transformaron en íconos de belleza.
Gracias a esto las mujeres se atrevieron a desafiar los sólidos
principios morales que las ataban y comenzaron a mostrar el cuerpo, lo que no
fue nada fácil sin la intromisión de la iglesia.
Los cuellos antes "hasta las orejas" dieron paso
al escote en "V" y las faldas se acortaron levemente, dejando al
descubierto los tobillos, lo que por supuesto causó estupor en la época porque
durante siglos las piernas femeninas habían sido el símbolo erótico que
"provocaba la lujuria en los hombres" y que por ello, debían ser
escondidas
(Isadora Duncan)
En 1918, luego de la primera guerra mundial, la falda
campana cedió el paso a los cortes rectos, "tipo tubo". El muy
utilizado corsé cambió su estrategia, ahora se utilizaría para disminuir el
busto y no para levantarlo como en tiempos anteriores.
El "corsé alisador" y los vestidos acinturados en
la cadera, trazaron el nuevo tipo de belleza Y de mujer, las que buscaban
parecerse más a los muchachos que a las antiguas beldades femeninas.
Así surgió el estilo Garzonne, en donde las mujeres para
lograr más aún el parecido con los hombres, se cortaron el pelo y perfilaron
las cejas, comenzaron a salir a bailar y trataban de eliminar los patrones
preestablecidos que diferenciaban las clases sociales.
Ahora hasta podría ser bien visto ser amiga o parecerse a
las cortesanas de "vida alegre".
(Mata Hari)
En la plena época de la post guerra y personificando a esta
nueva generación de mujeres independientes y modernas, apareció la mitológica
Coco Chanel.
Su estilo representaba la revolución femenina y la economía
que debía surgir en época de recesión.
(Coco Chanel)
Por esta razón, introdujo materiales más simples y menos
costosos que el chiffon, el tul y la seda.
Entonces creó los trajes de punto, tejidos finos que
otorgaban más y mejor flexibilidad para la nueva mujer, la que además ponía
énfasis en la práctica deportiva, incentivada por la reciente costumbre de
ocupar el tiempo en algo útil.
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